Dos años de elegidos, para algunos votantes sigue siendo motivo de orgullo, para otros, una completa decepción. Para los elegidos, la mejor oportunidad para hacerse visibles políticamente… o para volverse millonarios saqueando el presupuesto público.
El pasado 27 de octubre recordó aquel día, hace dos años, en el que fueron elegidos los mandatarios y otras dignidades como concejales, diputados y ediles, a través del voto popular de los colombianos.
En diferentes espacios de conversación política, especialmente en centros comerciales o lugares de esparcimiento, se escucha a quienes defienden a su elegido y, por otro lado, a quienes se arrepienten de haber depositado su voto por ese personaje.
A muchos se les oye decir: “se gana más perdiendo”, que quienes nos dimos la pela para que ese político llegara a un cargo solo lo hicimos para verlo volverse millonario.
En referencia a los diputados del país, se ha normalizado que no ejerzan un verdadero control político sobre los gobernadores y gobernadoras. Por eso vemos que no hay desarrollo en las regiones. Les pregunto: ¿en el territorio donde ustedes viven ya vieron la primera megaobra que haya iniciado y terminado el gobierno departamental? Algunos gobernadores se han dedicado a tapar los huecos que dejaron sus antecesores, y las grandes obras de infraestructura, si algún día llegan, probablemente las veremos en el próximo periodo.
Desde aquí hacemos un llamado real a que los asambleístas hagan un verdadero control político: que visiten los municipios, verifiquen el avance de las obras tanto en lo físico como en lo financiero, y le cuenten a la comunidad. Aunque hay algunos que tratan de hacerlo, apenas sus jefes se enteran, los mandan a callar.
Eso en lo departamental. En lo municipal, ni se diga: se eligió mucho alcalde y concejal que son puro tilín tilín y nada de paletas. Por allá en el sur, en un municipio que no es de Colombia, aclaro, reciben bastante dinero de regalías, siempre y cuando presenten proyectos. Hay alcaldes que son “buenos”, pero solo para saludar, sonreír y decir que sí. Y la comunidad feliz porque el alcalde los saluda, los abraza y hasta les da pico, como se escucha decir.
Mientras tanto, los pueblos siguen en el olvido. A esta hora, muchos alcaldes deben estar diciendo: “¿Yo para qué me metí en esta güevonada? Mejor me pongo a vender manillas”. Lo dicen porque no se sienten capacitados para gestionar ni para enfocar bien los recursos del presupuesto público, que terminan gastando en mínimas cuantías. Aunque están aburridos de no poder hacer nada, algunos son felices porque se están volviendo millonarios.
Y en ese mismo municipio, que, reitero, no es en Colombia, los concejales, muchos elegidos porque la gente vota por quien “ha hecho favores”, como reclamarle unos medicamentos, prestar dinero para el mercado u otros asuntos, pero que tienen cero experiencias en lo público, llegan a ocupar curules sin saber qué hacer. Lo único que hacen es aprobar y sin leer.
Recuerdo el caso de un concejal, este sí de un municipio del sur del Tolima, que fue ponente de un proyecto y, al momento de exponerlo, dijo: “Este proyecto es viable y voto positivo, porque el alcalde dijo que lo necesitaba”. No fue más allá de lo legal ni comprendió el fundamento o el destino de la inversión que se iba a aprobar.
Es muy triste que, después de dos años de haberlos elegido, muchos no hayan devuelto la confianza que la ciudadanía depositó en ellos. Cada vez hay más descrédito hacia las corporaciones de elección popular y hacia quienes ostentan estas dignidades.
Esperamos que, en las próximas elecciones, los alcaldes estén verdaderamente preparados académicamente y conozcan la función pública. Lo mismo debería aplicarse para concejales, diputados y ediles. Aunque la ley no lo exija, nosotros como votantes debemos ser responsables y llevar a estos espacios a personas que realmente lleguen a defender al pueblo y al presupuesto.
