
En el proceso de crecimiento personal y profesional, una de las lecciones más valiosas que los jóvenes deben aprender es a recibir un «NO». Aunque este concepto puede resultar polémico para muchos, es fundamental en los ámbitos social, académico, técnico y laboral. La falta de experiencia nos enfrenta inevitablemente a rechazos, ya sea por la inmadurez de una idea o por no cumplir con los requisitos necesarios para lo que se busca. Es importante recordar que el rechazo no es algo personal. Existen innumerables razones por las que una propuesta puede ser descartada, sin que ello implique una descalificación de nuestra capacidad o valor.
Esta reflexión puede ilustrarse con la historia de una exconsejera de juventud, hoy reconocida asesora en el Gobierno Nacional y destacada activista feminista. En sus inicios, presentó una iniciativa para reducir las brechas de género que históricamente han separado a mujeres y hombres. Su propuesta fue rechazada por la entonces secretaria de la Mujer, encargada de velar por las políticas de igualdad. Para la consejera, este rechazo fue incomprensible y, en lugar de verlo como una oportunidad de reflexión, lo percibió como un ataque personal. No entendía por qué su idea, que consideraba brillante, había sido descartada por alguien que, según ella, debía apoyar causas como la suya. Sin embargo, el problema no era personal: la propuesta simplemente no se alineaba con las metas del plan de desarrollo en ese momento. Además, la Secretaría de la Mujer era una entidad emergente con un presupuesto limitado, lo que hacía inviable su implementación.
Este episodio muestra cómo, en muchas ocasiones, el rechazo no está relacionado con la calidad de una propuesta, sino con factores externos o contextuales. Al interpretar el «NO» como algo personal, la consejera convirtió a la secretaria en su enemiga pública. No obstante, con el tiempo comprendió que el rechazo no define el valor de una persona, sino que representa una oportunidad para crecer y mejorar.
La vida está llena de rechazos, y estas experiencias son inevitables. Sin embargo, es crucial que los jóvenes comprendan que el «NO» no debe convertirnos en personas resentidas ni enemistarnos con los demás. Al contrario, el verdadero desafío radica en persistir, aprender de cada rechazo y entender que la vida no es una competencia. El valor de una persona no se mide por los éxitos inmediatos ni en comparación con otros. La felicidad es una experiencia única para cada individuo, y nuestro verdadero valor radica en las contribuciones positivas que hacemos al mundo.
Como bien expresa el orador colombo-japonés Yokoi Kenji: “La disciplina, tarde o temprano, vencerá a la inteligencia”. En este sentido, no solo es importante fomentar en los jóvenes la proactividad y la disciplina, sino también enseñarles a aceptar el rechazo con dignidad. Comprender que un «NO» no define nuestra valía como seres humanos es esencial para un crecimiento auténtico.
Cuando un joven recibe un «NO», debe verlo como una lección que lo invita a intentarlo de nuevo, pero de manera diferente. La clave está en la resiliencia, en la capacidad de aprender de los fracasos y en el compromiso de seguir adelante sin perder la esperanza ni el sentido de propósito. Solo así, con cada «NO» recibido, nos acercaremos más a nuestros objetivos y, sobre todo, a la mejor versión de nosotros mismos.