
Esta audaz estrategia no solo busca dotar de una nueva habilidad comunicativa a docentes, estudiantes oyentes, padres y comunidad, sino que aspira a redefinir la interacción social, construyendo un Tolima donde la inclusión no sea una aspiración, sino una realidad palpable.
Impulsada por la Dirección de Cobertura Educativa, esta ola de aprendizaje se está extendiendo por 12 municipios clave, aquellos donde la presencia de estudiantes sordos clama por una comunicación sin filtros. Los instructores, verdaderos embajadores de un lenguaje que une, están sembrando las semillas de la comprensión mutua, derribando los muros invisibles que a menudo aíslan.
Felipe Urueña, la mente maestra detrás de esta expansión comunicativa, lo resume con entusiasmo: «Nuestro objetivo es claro: democratizar la Lengua de Señas. Que deje de ser un código exclusivo y se convierta en un puente que conecte a todos los tolimenses, fortaleciendo la esencia de una comunidad verdaderamente inclusiva».
Los talleres, intensivos y transformadores en su duración de un mes, son un viaje fascinante al universo de la comunicación visual. Desde los gestos más cotidianos hasta la complejidad de la gramática espacial, los participantes no solo aprenden un idioma, sino que desarrollan una nueva sensibilidad, una ventana a un mundo de expresión a menudo inexplorado.
Esta apuesta por la Lengua de Señas es mucho más que una capacitación; es una declaración de principios. Se suma a otras iniciativas, como la incorporación de tecnología accesible en las aulas, para pintar un futuro educativo donde cada estudiante, sin importar su forma de comunicarse, tenga un lugar protagónico. El Tolima está demostrando que la verdadera riqueza de una sociedad reside en su capacidad de abrazar la diversidad y convertirla en una fortaleza colectiva.